01/12/2020

Josep Maria Montaner: Sistemas de la ciudad contemporánea

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Autor: Josep Maria Montaner

Décimo quinto capítulo del libro Laie 40 anys. 1980-2020 que hemos publicado para celebrar nuestro aniversario.

Publicaremos poco a poco todos los capítulos en nuestra web.

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Sistemas de la ciudad contemporánea

Josep Maria Montaner. Doctor en arquitectura

Una ciudad habitable es el resultado del delicado equilibrio entre diversos factores. Un equilibrio que debemos entender y conquistar.

¿Cuáles son las partes esenciales que conforman una ciudad? No es ésta una pregunta banal, ya que las soluciones para el futuro del planeta radican en conseguir un equilibrio dinámico y sostenible dentro de la extrema complejidad de lo urbano. Tomando como referencia imprescindible la ciudad compacta, podemos establecer que una metrópolis contemporánea está compuesta por la superposición de seis grandes sistemas:

La vivienda, que es el tejido básico de la ciudad y de la existencia humana, con su diversidad de tipologías y de morfologías, de situaciones y de condiciones sociales. Son los espacios de la vida cotidiana, desde el piso cero para los sintecho o los alojamientos de emergencia hasta las viviendas para la clase media y de lujo, pasando por la vivienda pública o el cohousing. Esta primacía comporta la prioridad del derecho a la vivienda, afrontando los retos de que haya suficiente vivienda asequible y que no se den malos usos, como los pisos vacíos o la infravivienda; y dando prioridad a la rehabilitación, especialmente energética, basándose en la cultura del mantenimiento.

Los lugares de trabajo, en sentido difuso y en relación con la acción básica del ser humano para obtener ingresos y autonomía, dentro de los diversos sistemas productivos, alojados en las fábricas, oficinas y edificios corporativos, así como en edificios públicos, comercios, cooperativas, centros de artesanía o de creación digital. La esfera del trabajo está en total transformación y deslocalización, con el teletrabajo, el coworking y la robotización, y debiendo incluir las horas del trabajo reproductivo y de los cuidados.

En los lugares de trabajo en relación directa con los usuarios se sitúa el tercer sistema, el del comercio, que en las ciudades mediterráneas pone énfasis en la proximidad y en la estrecha relación con la vivienda, el trabajo y los equipamientos, potenciando plantas bajas, mercados y ejes comerciales que dan vida a los barrios y que tienen una lógica muy distinta de los grandes centros comerciales, que vampirizan la vitalidad de las ciudades. Entre unos y otros hay alternativas intermedias como franquicias insertadas en los mercados o centros comerciales que se adaptan a la morfología del barrio.

Los equipamientos, relacionados con la sociedad que los ha ido creando, son lugares de encuentro, educación y disfrute, incluyendo los centros sociales y vecinales, para gente mayor, jóvenes o infancia, y también los dedicados al arte, la cultura, el deporte y el ocio; incluidos los lugares religiosos. En este sentido, los dos tipos de equipamientos imprescindibles son los de salud y de enseñanza, en sentido amplio y diverso, sumando bibliotecas y los muy diversos espacios de educación e información. Los equipamientos de proximidad refuerzan los barrios, y donde hay vida de barrio hay seguridad.

Nos quedan dos sistemas que se interrelacionan. Uno de ellos es el espacio público, las calles y las plazas, los ejes verdes y los parques, por donde discurre una parte del último sistema, la movilidad, que compite a veces por este espacio, en teoría, libre. El espacio público es el que conecta los otros sistemas en proximidad: permite habitar, trabajar, moverse, relacionarse, acceder a los comercios y equipamientos. La calidad del espacio público, con su vegetación y biodiversidad, es básica para la vida sana y sociable, generando servicios ecosistémicos imprescindibles: fijación del CO, filtrado de la contaminación fisicoquímica y acústica, mejora del confort térmico, infiltrado del agua en el subsuelo, aumento de la resiliencia urbana. También lo es su diseño, que puede favorecer que sea realmente de dominio público y que tenga en cuenta la equidad de género y de las diversidades.

Por último, la movilidad, que debe enfatizar aquella menos contaminante y ruidosa, a pie o en bici. Este sistema es clave para el eficaz funcionamiento de la ciudad: ha de entrelazar los barrios y ha de disponer de un complejo y diversificado transporte público que permita minimizar el uso del vehículo privado. Un sistema sostenible y conectado, sin exclusiones, que tenga en cuenta las cualidades de cada medio: el bus, más lento, pero que permite disfrutar la ciudad, requiere estrategias de adaptación para no marginar a la gente mayor y las personas con discapacidad o que llevan caritos de bebé; el metro, más rápido y eficaz, pero que por su exceso de escaleras es evitado por la gente mayor; o el tranvía, de velocidad intermedia, que es el más accesible. A la complejidad del escenario urbano se le ha sumado la irrupción de nuevos vehículos de movilidad individual. Compiten con las bicicletas, básicas para una ciudad sostenible, pero que también crean problemas a los peatones por algunos comportamientos incívicos.

Todos estos sistemas se interrelacionan. Con contaminación y un consumo desmesurado no es posible una vida sana ni aproximarse a la sostenibilidad. Sin vivienda asequible se hace imposible que los trabajadores clave, aquellos que cada mañana hacen que la maquinaria urbana funcione (conductores/as de trasporte público, taxistas, profesores/as, médicos/as, enfermeros/as, policías, bomberos/as, etc.), puedan vivir en ella. Sin derecho al barrio y con sus residentes desplazados la ciudad pierde su sentido.

La ciudad forma parte de la cultura y la herencia que recibimos al nacer o al elegirla como lugar de vida. Existía antes que nosotros. Por ello debemos estarle agradecidos: retornar lo que nos ha dado, trabajar con la comunidad para mejorarla, luchar contra la gentrificación de los barrios por parte de los que los “financiarizan”, proteger su patrimonio de la especulación, cuidarla para hacerla más cívica, limpia, ecológica e inclusiva. Es lo menos que podemos hacer por los lugares que nos acogen, nos dan educación y trabajo, y nos protegen. Pensemos que cada metrópolis, con su diversidad étnica y de tejidos urbanos y rurales, es como una especie de planeta a pequeña escala.

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