01/10/2013

Comí, de Martín Caparrós

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Autor: José

Volviendo de vacaciones a principios de septiembre, recibimos una novedad de Anagrama con el escueto título Comí, del escritor Martín Caparrós. Confieso que hasta entonces no había leído nada del que en la contracubierta se asegura que es “uno de los escritores indispensables en lengua española de nuestro tiempo” o “uno de los grandes escritores latinoamericanos contemporáneos”, esas frases que a los editores les encanta poner en las contracubiertas.

Tengo que decir que hoy, que he leído solamente 3 libros (el nuevo, más las crónicas Contra el cambio (Anagrama, 2010) y Una luna (Anagrama, 2009 ) de este escritor de una veintena de títulos (incluyendo Los Living, premio Herralde de Novela en 2011), estoy totalmente de acuerdo con esos calificativos.
Comí fue la revelación. Felicito a la editorial Anagrama, que nos va dando alegrías durante todo el año desde hace muchos años, por su sentido del timing, ya que encuentro el libro perfecto para lectura post-vacacional: el personaje del libro, la voz que narra, tiene que hacerse unas pruebas médicas y durante unos días tiene que guardar ayuno, para preparar y limpiar su interior. Como el médico le dice que no se preocupe, que sólo son tres días y que de todas maneras ya comió mucho en su vida pasada, el protagonista se interroga sobre su vida de ser que come cada día, desde pequeño, cuando la comida se mezcla con los afectos maternos y paternos, y con toda la gama de prestigios y recuerdos proustianos que se adscriben a ciertas comidas y alimentos. En el libro, por ejemplo, "la tortilla de papas" de la abuela Sagrario, esos lazos de comida y amor y desamor, y el infinito desplegarse de comida y llana supervivencia.
Otra parte del libro se ocupa del "Yo y mis circunstancias" en la consulta del médico: suerte que los médicos a veces también escriben, porque el personaje de médico que va construyéndose en la narrativa contemporánea, y no me refiero a Noah Gordon, es tremendo. Una reciente encarnación fílmica muy acertada fue el trabajo de Rob Lowe en Behind the Candelabra, de Soderbergh, sobre la vida de Liberace (encarnado por Michael Douglas).
Hay tantos médicos y enfermedades en la narrativa, como en la vida real, que a los libreros nos cuesta mucho atender las demandas de las personas que quieren regalarle un libro a un enfermo para animarle: empiezan a leer las contraportadas y de seguida emergen el médico, el accidente, la desgracia tremebunda, y alejan el libro como si fuera un virus letal. Siempre nos quedaran los humoristas ingleses...
El libro es medio ficción, medio ensayo sobre el hecho humano de ser un cuerpo, más que de tener un cuerpo: en eso tiene algún punto de contacto con el reciente Diario de un cuerpo, de Daniel Pennac (Mondadori, 2012). Un estilo reflexivo, con un vocabulario exquisito, un fraseado de una rítmica tremenda, pensamiento en acto de escritura, en fin, un pedazo de escritor, otro más, ¡bien!, del que disfrutar...
Los libros de crónicas son excelentes también, y realmente son un buen síntoma de ese "retorno de lo real" en la narrativa latinoamericana y global. Aprovechando que este mes sale en Mondadori, Pulphead de John Jeremiah Sullivan, uno de los grandes libros de crónicas recientes, saludamos esa tendencia de escribir sobre la complejidad de la realidad, sin renunciar al estilo propio.
Pude felicitarle por su libro cuando la semana pasada estaba entre el público escuchando a Cees Noteboom, otro escritor viajero. Los viajes dan a ambos ese escepticismo inaugural desde que Montaigne hablara de las costumbres de los indios brasileños en sus Essais; la trascendencia compensatoria a esa deslocalización del espíritu cada escritor la encuentra como puede, pero es un camino incierto, para nada una respuesta fácil.
Por suerte, el increible sentido del humor de Caparrós va salpicando sus libros con deliciosas frases para troncharse de risa. Este jueves 3 de octubre, estará de nuevo en la librería, presentando Librerías, de Jorge Carrión (Anagrama, 2013), otro joven escritor viajero. Quizá entonces pueda preguntarle sobre algo extraño que aparece en las contracubiertas de sus libros, y es (imitando su estilo):
que tradujo a Quevedo.

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